martes, 29 de noviembre de 2022

Sammie - Una escena

 


El cálido sabor del té en la tarde bastaba para ensombrecer los ánimos. Cómo pensar que las apariencias llegarían tan lejos.

Amor, al parecer no mutuo, respeto, sí. Hay respeto de parte de los dos, respeto y silencio, silencio para no manchar con tinta la tan bien pintada obra de arte.

-Mary, prepárale la cena a el joven Adam.

-Señora, el joven ya cenó hace una hora.

-No importa, simplemente retírate.

-Sí, señora.

Una mujer robusta desapareció de la habitación, pensando por lo bajo, caminando hacia otro lado, perdiéndose, simplemente perdiéndose.

Una ráfaga de viento entra por las cortinas, silenciosa, estas mismas danzan al compás del silbido sordo. La luna empieza a resplandecer, se distingue bajo el horizonte, grande, entera.

Las blancas paredes carecen de manchas de humedad, las columnas solitarias prefieren quedarse en su sitio. Todo da una sensación extravagante, exótica. Los cuadros son cómplices de este acto. El candelabro de siete velas, baña siete veces a la única compañía, son dos, dos rostros cayendo en la desgracia

La más joven, una dama rubia mira a la distancia, no pasan ni dos minutos que tiene que quitarse el mechón de pelo que cae sobre su pálido rostro. Esta preocupada, pero sin embargo prefiere dejárselo al destino.

-Annie... -un hombre castaño interviene su preocupación.

-Guárdatelo, Will, ambos sabemos lo que sucederá... -dos voces lo interrumpen, son dos almas las que hablan, aunque la segunda no emite sonido alguno, espera para poder opinar, espera quieto, sentado en su sillón líquido, desde el vientre de su madre.

 Se roza el manchón de tinta con un trapo, es inútil, eso solo hace que se expanda más la mancha, y ambos ya saben, que ésa pintura está arruinada.

 

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