Ya
arrancamos mal, decime si no es de mala leche levantarte temprano para llegar a
tiempo al colegio y por culpa de un camión no lograrlo. Romperte el lomo
intentando entender algo y que como resultado de esto obtengas un cinco. Y como
última carta en la torre de naipes, nadie había estado ahí para tener un
consuelo, una distracción de la realidad.
Sinceramente
podría haber calificado este día con un uno, pero ese fugaz momento cambio
totalmente mi manera de ver las cosas.
Luego de tomar el segundo colectivo que me llevaba a mi casa, me encontraba atravesando la cocina de mi hogar evitando el contacto visual con mi mamá para no descargar mi mal humor en ella.
-Terminá de comer y andá a ordenar esa pieza que no soy tu criada.
-Ok- contesté de forma cortante.
Y
asi fue, a la fuerza fui a ordenar mi pieza. Tiraba la ropa en cualquier lado,
tanto que mi mamá vino a retarme por el ruido. Por ello, me dio un trapo mojado
para que limpiara mi biblioteca.
Realmente
estaba enojada, revoleaba las cosas con rabia en un intento de desahogar la
mala suerte que me había jugado ese día. Las cosas volaban con mis patadas y me
encontré con algo que no recordaba haberlo puesto ahí y justamente creo que
estaba allí por mi gran curiosidad. Era una cajita verde con puntitos blancos
que estaba recubierta con un poco de polvo. Al abrirla, mi corazón tuvo un
“boom” de emociones en simultáneo. Metí la mano y saqué un collar, sin embargo,
no era cualquier collar, a este le faltaba su otra mitad. Cuando estaba por
decir algo, mi vista se encendió más cuando se desvió a otro contenido de la
caja. Eran entradas de cine. Cuando noté que películas había visto me acordaba
con quien había ido y, sin darme cuenta, mi enojo comenzó a cesar. Cada vez que
sacaba algo, otra cosa aparecía atrás de esta y me emocionaba cada vez más.
Ese
baúl de recuerdos logró hacer algo que el presente no es capaz de alcanzar.
Violeta Villabona. 4B
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